La trascendencia ética del docente universitario

Frente a la necesidad de reflexionar en el papel ético en la práctica del docente universitario, se destaca la influencia que tiene en los problemas de la sociedad. Desde esta mirada, el presente artículo tiene como objetivo propiciar un diálogo mutuo para que se revisen los compromisos del docente desde un accionar que interpela las pocas o nulas reflexiones en su práctica pedagógica. 

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Para ello, el docente deberá considerar que su búsqueda de la excelencia es trabajada en las diferentes dimensiones del ser humano. En este sentido, al entrar en el aula, un buen docente cuida su mirada, gestos, palabras y, en general, toda acción que desdibuje el rostro de su humanidad. Por consiguiente, un buen docente compite consigo mismo el reflexionar en su trascendencia e invierte tiempo para cultivar hábitos que contribuyan a la calidad de la educación.

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De este modo, el desafío del docente universitario, es ser un observador analítico, que piensa en la moral vivida a pesar de que en sus escenarios se encuentre con vientos contrarios, no justifica acciones que impidan avances en el crecimiento del amor, la humildad, el respeto y la perseverancia. En este sentido, la dinámica constructiva del proceso de enseñanza-aprendizaje, propende cambios positivos que parten del docente y de forma ética, los comunica en la academia.

 

Cabe resaltar que, para atender la impronta de la enseñanza universitaria, se encuentra un docente que investiga, planifica sus clases con exigencia y promueve su comprensión empática, que se entreteje con el posicionamiento que tiene con las tareas de la cotidianidad e irá ensamblando su trabajo, como profesional íntegro, en los procesos que clama un resignificar de sus funciones entre el ser y el saber estar.  

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Frente a lo expuesto, se pone de manifiesto que, el docente universitario requiere autoevaluarse de forma permanente y preguntarse: ¿Mi testimonio de vida es un referente ético en mi ejercicio docente? ¿Con qué moral exijo a mis estudiantes que su accionar educativo se encuentre en el marco de lo ético? Ciertamente, la complejidad de la vida se pone de manifiesto en las relaciones interpersonales y es muy comprensible que se encuentren miedos y la desesperanza; sin embargo, la fortaleza que brinde en los ambientes de aprendizaje proviene de la liberación de sus sentimientos de inseguridad. De este modo, el docente ético no puede desvirtuar la realidad que atraviesa la educación y le tocará alfabetizar sus emociones para atender una crisis que ha debilitado las dimensiones del ser humano. 

 

La mística del docente lo lleva a enfrentarse a la adversidad y, al hurgar en su historia, encontrará los recursos humanos y pedagógicos que podrá utilizar para gestionar la transmisión del conocimiento, pero sobre todo para enseñarle a sus estudiantes a ser fuertes en medio de cualquier crisis. Cada día es una oportunidad de establecer los principios y derechos en los que debe transitar y  llegar a contagiar a la humanidad con un paso al frente de la valentía humana. A todo ello, se puede sumar que el desempeño docente requiere asumir responsabilidades para una sociedad de un profesional íntegro